PNEU
La verdad es
que me colé allí por casualidad. Vine de Montevideo a un congreso de bricolaje,
el International DIY Barcelona Congress
y encontré el evento buscando en interné actividades alternativas para el
domingo. Sería en las afueras, en la última parada del metro, en un centro
llamado Kasal de Jóvenes de Roquetes (sic). Lo que no esperaba era encontrarme
con tantos fanáticos bricomaníacos como yo. En seguida me di cuenta de que
aquel espectáculo sería inusual. Hacía un calor de muerte cuando empezaron a
liarla los dos franceses del gremio del neumático: Pneu. Uno de ellos se puso a
arreglar una llanta a martillazos, siguiendo un patrón hipnótico, constante,
que dejaba al personal arrobado y medio idiotizado. El otro cortaba alambres
con una extraña máquina, una especie de subfusil mutante con diferentes módulos
con luces de colores en el suelo. Los asistentes movían las cabezas y los
cuerpos como si estuvieran en un concierto, entregados al ritmo y los vaivenes
metálicos. Al cabo de media hora terminó todo y la gente se miraba con cara de
circunstancia, lógicamente incomodada por ese extraño comportamiento. Cinco
minutos después salieron otros tres concursantes a la arena, unos
italo-alemanes con evidentes relaciones con la mafia que se dedicaron a intimidar
al personal a base de trallazos con unos sonidos inverosímiles. Algunos de los espectadores
estaban más pendientes de hacerles fotos que de ver la actuación, pero los tíos
reían como si eso fuera lo único que les hacía disfrutar en la vida. Una
curiosidad: tenían a una chica que arreglaba tuberías, cosa nada común en el
mundo del bricolaje, y la verdad es que la mina creaba unas disonancias bien
gordas. El personal estaba tan contento que apenas le quedaban ganas para ver
lo que yo creía que sería el plato fuerte de la noche: gondoleros trabajando en
directo. Creo que a todos les decepcionó descubrir que venían de Boston, no de
Italia. Trabajaban fino y elegante, pero quizá se daban demasiada importancia.
Ponían mucha tecnología en el proceso y les faltaba algo de frescura. Para ser
francos, tampoco es que cantaran al estilo veneciano, y la concurrencia se
quedó un poco fría. Pero qué demonios. Nunca había estado en una actividad
extracurricular del Congreso de Bricolaje que me dejara tan sonado. Agarré una
birra artesana, me comí un bocadillo de hamburguesa de lentejas y bajé silbando
hasta el metro.
DON VITO
GONDOLIERS