Noche de viejos conocidos, a la par que ídolos terrenales, en el Casal de Joves de Roquetes. Abrieron fuego (y no es un decir) Bilgraski, dúo guitarra-batería cuyo six-strings-man, Carlos Sánchez, tuvo el honor de ser el técnico encargado de que todo sonara fetén en las dos jornadas conciertiles del quinto aniversario de la Bici. Poco tardó en evidenciarse que la presencia de su banda en el escenario no fue ni un capricho ni un mamoneo contraprestado del colectivo biker, pues la dupla desplegó un post-hardcore rockero tan inquieto y anguloso que convenció al instante. Inspiradas idas y venidas rítmicas, y dimes y diretes entre ambos instrumentos que, más que 'dialogar', estaban de parranda conjunta. De tan a gusto que se/nos encontraban/amos, habrían seguido tocando hasta las 23h si el personal de OEMB no hubiera realizado todos los aspavientos respetuosos posibles para hacerles ver que se habían pasado de tiempo.
Tras ellos, el regreso de Mesa Camilla dos años y medio después de encandilar a los que, entonces, estuvieron en Rocketeer (servidor, ay, me lo perdí) y decidieron meter la cabeza en sus loops guitarra-baterísticos ruidosos y obsesivos. En esta ocasión, volvieron a abrir una brecha sonora básica y decibélica, poderosa e hipnótica gracias a su textura abrasiva, su espíritu primario (esa crucial constancia tribal de Maria a las 'baquetas') y su habilidad para mantener o evolucionar (magistral el cambio de tono en decrescendo de la segunda canción) la tensa dinámica de cada pieza. Javier vestía una camiseta de Star Trek, pero, tras disfrutarles en directo, uno pensaba más en la puerta intergalática (aunque, en realidad, nos llevaron al núcleo de la Tierra) de Stargate. Lástima que no vinieran a Barcelona con el vinilo de su primer álbum bajo el brazo (aún está 'en el horno'), para seguir el trance en casa.
El fin de función fue extraño. El guitarrista Thomas House (segunda visita a Barcelona en solitario, tras haberse dejado ver también como componente de Picore y un par de veces con Sweet Williams, siempre sobre 'rueda' de los de Roquetes) estaba haciéndonos disfrutar con su rock rasposo sostenido sobre no menos agrestes bases rítmicas pregrabadas, el cual pasaba de temas bulliciosos y directos a piezas detallistas, con rasgueos sutiles (incluso sacó a pasear un riff cortante en una de las canciones), pero, con aún casi veinte minutos de márgen para seguir tocando, terminó. Sería por una confusión linguística producida un cuarto de hora antes (le dijeron que disponía de fortyminutos más, y pudo entender fourteen)? Sería una reacción al parloteo de algunas personas (hacia el final de su penúltimo tema sostuvo una mirada desaprobadora hacia el 'gallinero' de la zona de la barra)? Sería, sencillamente, que el cuerpo no le pidió más? Quizás, pero los nuestros, que estaban muy a tono, se quedaron sin clímax.
Texto : Arnau Espinach
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